Sábado, 24 de noviembre de 2012
La Sierra de Segura siempre suscita entusiasmo. La transparencia
de sus aguas, la levedad de su aire y sus elevados paisajes cuajados de formas nos
atiborraron de emociones. En nuestro pasear, pudimos apreciar de cerca la frágil
belleza de su patrimonio histórico, en el que se mezclan elementos medievales, con formas y elementos del estilo del siglo
XVI: el Renacimiento, y que, en algunos rasgos, delatan la presencia de Andrés
de Vandelvira.
Nuestro paseo comenzó en Orcera y, después de tomar unos
churros, nos fuimos a la Plaza de la Iglesia. Allí nos esperaba Jesús, párroco de
Orcera y Segura: feliz sorpresa, ya que es el hijo de nuestro compañero Tomas
Ureña. Nos detuvimos brevemente en la excelente portada de la iglesia, la más solemne de la zona. Es de finales del siglo XVI y procede de Santa María de la Peña, convento
franciscano que estuvo en las afueras del pueblo. El interior se articula en cuatro tramos en
los que se mezclan elementos góticos con renacentistas.
El posterior paseo por la zona más antigua del casco urbano de Orcera
nos permitió apreciar su adaptación perfecta
a la accidentada topografía de su emplazamiento: callejuelas
estrechas y quebradas, muchas sin salida, conectadas entre sí por escalones.
En estas sinuosas calles, aún se pueden ver muros de ripios sin enfoscar, blanqueados y sin blanquear, y fachadas
con vanos adintelados, asimétricos y de pequeñas dimensiones.
Al llegar a Segura de la Sierra, nuestra mirada se eleva y
queda imantada por la fortaleza medieval que corona este pequeño núcleo urbano,
declarado Paisaje Pintoresco en 1965 y Conjunto Histórico en 1972.
Breve parada ante la figura de Jorge Manrique para recordar
que, aunque tradicionalmente se ha dicho que Jorge Manrique nació en Paredes
de Nava (Palencia), en las Relaciones Topográficas de los pueblos de España,
hechas por orden de Felipe II, se dice que nació en Segura de la Sierra (Jaén). Una placa en la Plaza de la Encomienda identifica la casa en la que vivió.
De nuevo, junto a la puerta principal de la iglesia
parroquial de Ntra. Sra. del Collado nos
recibió Jesús para seguir atendiéndonos, tan amable, tan cordial...
Nuestro compañero Manuel Escudero, que nos acompañó en nuestra ruta, lo vio así:
En los aledaños de la iglesia de Segura, vimos la fuente de Carlos V
(1511) de destacada horizontalidad y coronada por una crestería gótica. En una cota más baja, la Plaza
de los Jesuitas con su iglesia rehabilitada en 1998, las casas mudéjares de la calle Caballeros Santiaguistas, baños árabes y Puerta Catena, mirador abierto
al valle, frente al abrupto paisaje del Yelmo con sus 1809 m.
Después de la comida, Hornos nos esperaba sobre su atractivo
y bello promontorio rocoso. Su sencilla iglesia acusa perfectamente el paso del
gótico al renacimiento, así nos lo hizo ver Victoriano, el párroco de la localidad, que nos la mostró y nos permitió subir al campanario para divisar el valle del río Hornos y las
colas del pantano del Tranco.
Pasear por Hornos, Conjunto Histórico desde 1985, con su torre, su castillo y su particular urbanismo, es viajar
desde nuestras pisadas hacia las cotas más altas de la luz y, posteriormente, ramificarse en la frondosidad de sus paisajes.
Aquí os dejamos algunas de las fotos que hicimos durante
nuestro paseo. Estas harán que nos reencontraremos con el paisaje y urbanismo,
con nuestras pisadas, y con los
principales elementos arquitectónicos de los núcleos más importantes de la
Encomienda de Santiago.
Para terminar, estos versos de Manuel Escudero nos
permitirán recordar el paisaje desde la atalaya de Hornos: